miércoles, 29 de febrero de 2012

ROMANCE DE LA DECLARACIÓN

ROMANCE DE LA DECLARACIÓN

El Duque de Palma se presenta ante el Juez Castro para responder a quinientas preguntas sobre asuntos económicos, personales y empresariales.

Más hermoso que un San Luis,
diríase un Duque Efebo;
cual un dandi consumado:
paso viril, paso presto,
el su rostro rasurado,
perfumado hasta los huesos,
las orejas bien planchadas,
los ojos color del cielo,
el traje, como armadura,
confeccionado con celo,
arropando una corbata
de un verde muy pinturero,
los zapatos muy flexibles
embutiendo nobles dedos.
Así, con paso marcial,
iba restando los metros
que marcaban la distancia
al tribunal sabadeño.
A un Duque de su valía,
de sangre azul por injerto,
hasta el mismísimo juez
ha de guardarle respeto
por muy presunto que sea
como estafador supuesto,
(chupa euros, que se dice,
libador de presupuestos
para engorde personal
con los dineros ajenos)
no deja de ser un Duque,
ni deja de ser un yerno.
El Juez mantiene un dosier
con informes muy concretos.
El juez, pregunta y pregunta.
El Duque se va a los Cerros
de Úbeda, en abstracción,
a la caza de Rebecos;
le permite Rubalcaba
el uso de esos terrenos
cuando él no los ocupa
de escaque en el Parlamento.
Si pregunta por Empresas
y movimiento de euros,
dice el Duque, que “no estaba”
y, si estaba “no recuerdo
que allí se tratasen cosas
ni de negocios inciertos”.
--¿Cuál fue su misión en Nóos?
--La de recaudar dinero:
yo iba haciendo las visitas,
les hablaba, en tono quedo,
sobre la Trompa de Eustaquio
y me regalaban euros.
--¡Así! ¡Sin más! ¿Por las buenas?
--Advertía que era el yerno;
los Presidentes y Alcaldes
escuchaban mis proyectos
y soltaban los millones
que entraban en Nóos, por cestos.
--Pero, Nóos, no es lucrativa.
Invade un grave silencio
que interrumpe el propio Duque:
--Perdón, se escapa un rebeco,
ya que por estos parajes
abundan bosques de brezos.
--¿Decía?... Pregunta el Juez.
--Son cosas del pensamiento
que, en momentos oportunos,
se me escapa por los Cerros.
--Le preguntaba por Nóos
y los millones por cestos.
--De eso, recuerdo muy poco;
eso lo llevaba Diego.
Pregúntele al Señor Torres.
Yo era allí testimonial,
nunca traté de dinero;
yo solo lo recogía
con mis ilusos proyectos.
--Pero, Nóos, no es lucrativa:
insistía, en plan severo.
--Pregunte a quien corresponda;
que se me escapa un rebeco.
--¿Me va a contestar, o no?
--Todo lo llevaba Diego,
su mujer y sus cuñados,
barajaban el dinero;
ellos entienden de cuentas,
de facturas y de euros;
lo mío es Asesoría
sobre los Grandes Eventos.
--¿Usted negoció la compra
del Club Ciclista Banesto?.
--Sí, entre pitos y flautas,
tres millones me cayeron;
pero, entre abonar facturas
y realizar los proyectos,
lo que caía en la caja
se iba por los agujeros.
--¿Los quinientos mil de Zoiro?...
--Me entero en este momento.
--¿Y todas estas facturas
con los trabajos en cero?
--La verdad, lo desconozco.
Ahora mismo me entero.
Los trecientos mil, que dice,
asesoré por teléfono.
Novecientos mil de Summit
fue el canon que marcó Diego.

Así, pasaron las horas
de preguntas y silencios.
Y llegó la madrugada;
el Fiscal hizo un recuento:
allá, por los Cerros de Úbeda,
cayeron muchos rebecos,
algún jabalí perdido,
también liebres y conejos,
dos o tres cabras hispanas
y una docena de ciervos.
No le fue tan mala la caza,
al Duque, por esos Cerros.
No dijo verdad alguna;
No quiso correr el riesgo
de dejar puerta entre abierta
donde pillarse los dedos.
--Yo no se para qué vino.
Dijo el Juez, con gran mosqueo

Madrid, 29 de Febrero de 2012

2 comentarios: