ROMANCE DE JAUME
MATAS
Ex Ministro, ex
Presidente,
adicto al Duque
de Palma,
por lo visto; al
Medio Ambiente
porque Aznar le
regalara
un Ministerio
tranquilo,
y lo dejó como
estaba:
en verano hacía
calor;
en Primavera
aireaba
y brotaban las
cosechas,
como el trigo y
la cebada;
las rosas,
lirios, geranios,
lo mismo que
antes pasaba
y se destruía la
fruta
con cierzos y
granizadas.
En Verano, sin
embargo,
unos calores que
asaban;
la gente
humilde, iba al parque;
y
pudientes, a la playa.
Otoño con gotas
frías
que todo lo
arrasaban
y, como en
antiguos tiempos,
en los inviernos
nevaba
y, cuando salía
el sol,
al no calentar,
helaba.
Me quieren
decir, ¿Qué hizo
el Ministro
Jaume Matas
por arreglarnos
el clima,
si lo dejó como
estaba?
Cuando Aznar vio
que en las Islas
las gentes
estaban hartas
de un gobierno
de izquierdas
que tan mal les
gobernaba;
o acaso, harto
de él
porque el tiempo
no cambiaba,
le sacó del
Ministerio
y le desplazó
hasta Palma,
como cabeza de
lista
para elecciones tempranas.
Con su cara de
mindundi
de no haber roto
una taza;
con su expresión
de buenazo
y honradez
acrisolada,
vino a sacar
mayoría
de adictos y
gentes hartas.
Hay que ver las
apariencias
cómo a votantes
engañan
y, éstos, sacan
sinvergüenzas
que hacen lo que
viene en gana;
así ganó
Presidencia
cosa que a él le
encantaba.
Se vio dueño de
las Islas
el cuitado Jaume
Matas
y gobernó para
sí
y para amigos de
casta.
Y se soñó un
faraón
y, cual tal,
edificaba
las sus cosas a
lo bestia
pues dinero le
sobraba.
Así, surgió el
Palma Arena
para rodar sobre tablas
las bicis de los
ciclistas
en mundial de
mucha gala.
Cuarenta y ocho
millones
por la obra
terminada;
más surgieron
incidentes
que el precio
multiplicaban:
que si faltan
diez tornillos
para fijar unas
tablas;
que si diez
paneles sueltos
necesitan unas
grapas;
que si se rompió
un codillo
en la tubería
del agua;
día tras día
subían
como olas en la
playa.
Así el contrato
acordado
pronto se
multiplicaba
por dos, por
cuatro, por ocho
y el engorde no
paraba.
Allí robó todo
cristo
y aquellos
cuarenta y ocho
hasta noventa
llegaban;
como la pasta
era tonta,
se acopló el
Duque de Palma
a arramplar
varios millones,
así, sin más,
por la cara;
justificó sus
razones:
le calentaba la
cama,
después de un
gran braguetazo,
nada menos que a
una infanta,
segunda hija del
rey
y era yerno del
monarca.
Al final, el
Palma Arena
resultó trama
endiablada
porque salían
delitos
allí donde el juez
hurgaba.
Iban pasando los
meses,
los años también
pasaban
mientras su caso
seguía
y las cosas se
liaban.
No le quedó más
remedio
al juez que
hacer separatas;
separatas en
racimo
que fueron des
racimadas
para enjuiciar,
una a una,
y dictar
sentencias varias.
Y ya tiene el
angelito
dos sentencias
confirmadas;
y está
·”paseante en cortes”,
en libertad
prolongada
porque ha pedido
el indulto
a sus viejos
camaradas.
Como el indulto
le niegan
por chorizo y
por gualdrapas,
se irá a vivir a
la cárcel
de la ciudad
segoviana;
mas, será por
poco tiempo:
a seis años
sentenciaran
rebajando a
nueve meses
porque no fuese
tan larga
y se le fuese a
amurriar
el pedigrí de la
casta.
Ahora entrará en
la cárcel
por un caso, en
separata:
exigió a un
hotelero
que, en amistad,
contratara
a Maite Areal,
su esposa,
y sin currar le
pagara
cuarenta y dos
mil eurazos
sin pegar un
palo al agua.
Hay que ver qué
cosas hacen
Presidentes, por
la cara.
Matas ha tantos
delitos
durmiendo en las
separatas,
que al ritmo de
la justicia,
de lentitud
demostrada,
puede que los
nietos paguen
alguna
sentencia, a pachas.
Puede que, en
fin de los tiempos,
cuando a todos
convocaran
al valle de Josafat
Dios mismo le
reclamara,
con la su voz
justiciera:
--“¿Jaume
Mataaaaaas!.. ¡Jaume Mataaaaas!...
Vente para acá,
chorizo,
que aún quedan
diez separatas”--.
(Madrid, 14 de Julio de 2014)