sábado, 27 de junio de 2015

ROMANCE DE LA HACIENDA COMÚN (Memoria histórica de nuestra democracia)

Cuando Hacienda éramos todos
se nadaba en el progreso.
Solchaga nos lo recuerda
y lo grita a cuatro vientos.
¿No progresaron los listos?...
¿Quienes quedaron?...  Los necios.
¿No progresaron los Guerra,
los Roldán y los Ollero,
las Aídas, Salanueva,
los Boyer y Julio Feo,
los Conde y los Urralburu?...
¿Qué se arruinó Ruiz Mateos?...
No haber dormido en laureles,
estando Boyer despierto;
hoy tendría su palacio
con los retretes a cientos
y, en un parterre privado,
un chalecito su perro
con aire acondicionado
en verano y en invierno.
Pues, si muchos progresaron,
también pudieron hacerlo
aquellos que hoy se quejan
sin motivo para ello.
¿Porqué estuvieron dormidos,
cuando los otros despiertos?
Si el pueblo pagaba a Hacienda
al no tener más remedio,
pues se le quitaba, a cuenta
y adelantado, el ingreso,
por si acaso y si las moscas
del, si te vi, no me acuerdo;
nunca fue por mala fe
ni fue por recochineo.
Simplemente, España come
y ha de comer todo el pueblo.
Fue cuestión de habilidad
si unos más, los otros menos;
si unos ganaron en grasas
y otros perdieron en sebos;
si unos se pusieron gordos
y otros se quedaron mermos.
No es más feliz quien más tiene.
Aunque, realmente, el obeso
demuestra satisfacción,
si te fijas en su aspecto,
y aparenta buen humor,
menos rencor, más consenso.
El problema lo tendrán
cuando vayan a los cielos:
         - “Por el ojo de una aguja
         podrá pasar un camello
         más fácilmente que un rico
         pueda meterse en el cielo”.-
Un gobierno progresista
         (que debemos ser sinceros)
nunca debe entrometerse
en los asuntos del clero;
pues es tema reservado,
oscurantista y complejo.
Un gobierno progresista
se limita a hacer progreso.
A gritos, dijo Solchaga
         ( yo le escuché, yo lo asiento)
que España era el país
donde manaba el dinero
con más cauce que en ninguno
de los otros europeos;
que brotaban millonarios
         (¡qué gloria nos daba verlos!)
surgiendo de la miseria
a causa de su talento.

Cuando Hacienda fuimos todos
brotaban muchos imperios
en la industria y los servicios,
y amasaron el dinero
como la harina en la artesa
amasan los panaderos.
Como Cristo mandó echar
las redes a Juan y a Pedro
y las sacaron repletas
de peces, así el dinero
sacaban ellos, con redes
de hilo visible o secreto,
por los caminos legales
y las vías del derecho
o, por pescar más deprisa,
por atajos recoletos:
trapicheos, mamandurrias,
comisiones y cohechos,
cuando hacían concesiones
de obras públicas, o aquellos
estudios de folio en blanco
que se tasaban a peso:
folios que nadie leyó
por ser informes secretos.

Cuando Hacienda fuimos todos,
de eso ya hace algún tiempo,
se pudo crear riqueza
y millonarios, a cientos;
si no se crearon más,
no fue por el desaliento
ni porque faltasen ganas;
es que no les dimos tiempo.
El propio Carlos Solchaga
casi sale con lo puesto;
menos mal que su mujer,
con ese instinto materno
de pensar en la familia
y guardar para otros tiempos
         (si acaso las vacas flacas
         que no faltase el sustento)
se sacrificó en Focoex
cual Mario Conde en Banesto.
Cuando hacienda éramos todos,
como siempre, unos del cuento
viviendo de puta madre
y otros pagando el invento;
que una trirreme navega
cuando sudan muchos remos
y son pocos los del puente
con el fin de evitar peso.
Cuando Hacienda fuimos todos,
unos más y otros menos,
se defraudaba  a destajo
como en los últimos tiempos.


                                      ( 4 de Mayo de 1998)