martes, 14 de febrero de 2012

ROMANCE DE "UN TAL LLAMAZARES"

ROMANCE DE “UN TAL LLAMAZARES”

Nos surge “un tal llamazares”
que sufre de cataratas,
que la sentencia a Garzón
como “injusticia” la capta.
Hay más “modorros cegatos”
que en la opinión le acompañan;
por eso, se siente fuerte
y su sentencia proclama.
Dice el señor llamazares:
“que ni comparte, ni acata”
la sentencia del Supremo
a un juez (más que juez, baranda)
que saltaba los semáforos
cuando le daba la gana,
por ser un “juez estelar”
de una lejana galaxia
y llegar autorizado
con derecho de pernada.
Parece que, en noche oscura,
fue pillado por un rádar
y ahora recibe una multa
y el juez tiene que pagarla.
Los semáforos en rojo,
si los rojos se los saltan,
son tan causa de delito
cual si un pepero la salta;
normas de circulación
que han de sancionar los guardias.
Ante la Ley, igualitos
son progresistas que fachas.
Llamazares se encabrona.
Ha salido con pancartas,
megáfonos, banderines,
banderas republicanas,
(banderas hoy ilegales
dado que es un REINO España).
Pretende llenar de gentes
la Avenida Castellana
y avanza vociferante;
una horda le acompaña:
con el prestigio de Toxo,
con Cándido, a toda barba,
con la Pilar y Bardenes
y otros astros de pantalla,
a más, de los herederos
de una guerra, muy pasada,
que, si perdieron entonces,
hoy no hay forma de ganarla,
se considera muy fuerte
en esta Santa Campaña.
“El Supremo (dice el zurdo)
es una podrida casta
manejada por fascistas
y jueces de su calaña,
que hoy se vengan de un colega
por ser de acera contraria”.
A las puertas del Juzgado
este “tarugo” reclama:
“Pero… ¿Sabe, usted, quién soy?
Pero… ¿Sabe con quién habla”.
Y se vistió de Curbelo,
el socialista aristócrata
Senador por la Gomera,
cuando le dio una mandanga
al comisario insolente
que se le subió a las barbas
al pedirle documentos,
cuando quiso cerrar “sauna”
de donde fuera expulsado
por su insolente proclama:
“Que yo en las putas me meo;
que yo me niego a pagarlas”
Lo mismito, lo mismito,
se manifiesta este ácrata
que no admite la justicia
que a todo español ampara;
él quiere la suya propia,
la del Supremo no acata.
La Ley lo dice muy claro,
cegato con cataratas:
“el Abogado ha derecho,
cuando mantiene su charla
con el reo ajusticiado,
(aún, culpable hasta las cachas),
de mantener en secreto
los asuntos que ellos tratan”.
Esta conducta, en un juez,
“prevaricación” se llama;
que es un delito muy gordo
y quien la hace la paga;
le guste al “tal llamazares”
y a la horda que acompaña
o no les guste; es igual:
aquí, quien la hace, la paga.
Modorros de medio pelo
y más fascistas que el facha,
la justicia es para todos
y todos han de acatarla.

(Madrid, 14 de Febrero de 2012)

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