jueves, 23 de febrero de 2012

COPLAS DEL GAUCHO

COPLAS DEL GAUCHO

Coplas dedicadas a mi amigo argentino Miguel Ángel Ponce, que lo está sufriendo con paciencia y a su manera, de buen pibe.

He encontrado la guitarra
que pulsaba Martín Fierro
cuando le cantaba al pueblo,
con pluma de José Hernández,
los dulces o tristes trances
de un pobre gaucho matrero.

Él descubrió que la Ley,
tan solo, es una estaca
que, cuando viene a la pampa,
apalea a los de abajo
y respeta a los más altos
siempre que puedan comprarla.

Fue gaucho que corrió mucho
por las pampas argentinas
con sus duelos o alegrías;
bien, bebiendo o cabalgando,
pasó la vida cantando
y en sus canciones decía:

“Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman,
naides me pone el pie encima
y, cuando el pecho se entona,
hago gemir a la prima
y llorar a la bardona”.

“Nací como nace el peje,
en el fondo de la mar;
naides me puede quitar
aquello que Dios me dio:
lo que al mundo truje yo
del mundo lo he de llevar”

Hoy no podría decir
lo mismo el gaucho matrero
ya que sería el primero
en llevarse al otro mundo
todo cuanto ganar pudo
sin dar mordida al Gobierno.
Han pasado muchos años,
desde entonces; ahora Fierro
podría sacar el fierro,
lanzar las boleadoras
y robarles las alforjas
a ladrones del Gobierno.

Al país, vería un barco
que navega dando tumbos
en un barrullo de rumbos
sin norte determinado.
Vería como lo ahorrado,
por un capricho rotundo,

se encerró en un corralito
que estaba muy mal cercado:
a gotas, de lo guardado,
sorbía el pobre indigente;
mientras que los prepotentes
lo sacaban muy engordado.

También engordaron duros
dictadores, por la fuerza;
pues robaban con la diestra,
mientras que con la otra mano
a los derechos humanos
escondían el la arqueta.

Más tarde, la Democracia
liberó las libertades
y dijo que eran iguales,
por cuestión de los derechos,
los bravos que sacan pecho
y quien mea los pañales.

Vino una fea costumbre
de transferir los poderes
los hombres a sus mujeres
en la Gran Casa Rosada;
aún, sin estar preparadas
a semejantes deberes.



Así, trujiendo y trujiendo,
atesoraba Don Néstor
voluntades y derechos,
a más, de media Argentina;
todo lo heredó Cristina;
él se marchó con lo puesto.

Todo lo dejó en herencia
a quien fuera su mujer:
la fortuna y el poder,
además de ondas y prensa
y, por dar verdad impuesta,
también controla el papel:

Así, trujiendo y trujiendo,
ajuntando y ajuntando,
Cristina le va montando
un imperio a su mastuerzo,
que de libros se fue presto
y los dejó dormitando.

El pueblo que es siempre cuco
la denominó petera
pues alarga primaveras
por disfrutar de los nardos;
justificando que el cardo
siempre le ha dado dentera.

Hoy recibo una noticia
y me gime la bardona,
pues toda Argentina llora
un accidente de trenes:
muertos que inundan andenes
y el dolor se les desborda.

Yo me uno a ese dolor
que está asolando Argentina,
tan lejana y tan vecina,
y su dolor me conmueve
y tanto dolor me duele
aunque rechace a Cristina.

“Mas naides se crea ofendido,
pues a ninguno incomodo;
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno,
no es para mal de ninguno
sino para bien de todos.

(Madrid, 23 de Febrero d 2012)

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