sábado, 17 de septiembre de 2011

ROMANCE DEL DIOS ATEO

   La verdad es que la fortuna es ingrata y  estamos condenados a que dispongan de nuestras vidas otros personajes con ajenos intereses y, a la hora de la verdad, no somos más que unos putos mandados y unos puñeteros paganos de caprichos y lujos ajenos.
   Recuerdo que cuando yo era “yo y mis circunstancias” mandaba en España por la Gracia de Dios (¡qué padrinos tienen algunos y no el Manolo que me tocó a mí!) Don Claudio, procedente del Ferrol del Claudillo (en  su época, ahora solamente El Ferrol por el asunto de la “Memoria Histórica” que, contra su propio sentido de memoria, se impuso paras olvidar a Don Claudio y sus cuarenta años y recordar, solamente, la gloriosa República II de Azaña y otros berzas ) después de una “Gloriosa Cruzada” (según él y los pelotas que se beneficiaban) con lo que se consideraba, por aquel entonces, mano de hierro y un par de cojones. La sociedad española quedó estructurada en forma piramidal y el poder estaba en la cúspide. Las hostias caían de arriba abajo, como el agua de la lluvia y la manzana del Newton que vino a inventar la ley de la gravedad (vaya faena para los de abajo).
   A partir de ese principio de que “el poder estaba en el Pardo”, no en Moncloa como ahora, la vida venía a ser algo así como una opresión continuada por la  parte que nos tocaba a los que Don Claudio llamaba sus “amados españoles portadores de valores eternos y reserva espiritual de Europa”. O séase, ¡casi nada!. Pero con esos títulos la mayor parte de los amados españoles no llenaban el estómago (unos pocos sí) y, en cuanto se dio cuenta del caso, inventó la “cartilla de racionamiento” y, así, el hambre se repartía por igual entre la  mayoría (en la élite no se repartía porque no había ni hambre para repartir), eran unos mandatarios sacrificados y entregados a solucionar los problemas del resto y no como los de ahora, que entretienen su tiempo en el Parlamento en discusiones medievales sobre el sexo de los ángeles y los derechos a decidir de catalanes y vascos, mientras que en el Senado tienen discusiones políglotas con pinganillos sobre los mismos temas.
   Después de dejar a Don Claudio (RIP) bajo una losa de granito de varias toneladas, una vez muerto del todo, porque no volviese a salir y les quitase privilegios a los nuevos mandatarios elegidos por el pueblo (no era cosa de volver a empezar) las cosas cambiaron y el pueblo, que somos todos los mindundis que mantenemos el tinglado, adquirimos el derecho a votar, cada cuatro años, a nuestros representantes en todos los estamentos (crearon un montón, no con mala fe, sino para que estuviesen mejor cubiertos nuestros derechos (únicos) de votar y pagar impuestos), y por otra parte, la élite se multiplicase por diez y ocho y, de este modo, los mindundis seríamos menos y la “renta per cápita” subiría de cojones. “¡El asombro del mundo!” (Dijo Zapatero en su primer Debate sobre el estado de la Nación).
Lo dijo con tal grado de convicción y entusiasmo que al líder de la oposición, un tal Rajoy (según Pepiño Blanco) no le quedó más remedio que dejar de importunar pidiendo peras al olmo.
  Si es que, bien mirado y sin ánimo de tocar los perendengues a la cruda realidad, parecía un Júpiter Tonante en la tribuna del Emiciclo (el dios referido se sentaba en una dura roca de la cima de monte Olimpo, en tierra de griegos, no le gustaban los lujos ni la ostentación y, como dios que era, estaba en su derecho de sentarse donde le apeteciese, ¡Vamos, digo yo!).
   Nuestro dios Zapatero es diferente.


ROMANCE DEL DIOS ATEO

Según una ley, no escrita,
y admitida por el pueblo
pues, aunque sepa ilegal
no le queda más remedio:
“El jefe es que más sabe
y los demás saben menos”.
Es la madre del desastre
si el poder está en un necio
porque el tuerto tiende a ser
líder de un mundo de ciegos.
Ningún pollo va a nacer
si se anida un huevo huero
y lo ponen a empollar
por gallo que dicen clueco.
Es muy triste ver a un bobo
vestirse de endiosamiento
cuando sube a la tribuna
de la Sede del Congreso
de un Estado discutible
y discutido, por cierto,
decir que va a hacer milagros
que verán hasta los ciegos,
que va a poner a currar
en España al cien por ciento
y en las sedes del INEM,
de  no pisar nadie el suelo
se criarán los hierbajos
y los cardos borriqueros.
Él, solamente, es su dios,
pues lo predijo su abuelo.
El “nene”, aquí, se endiosó
mas, después, se dijo ateo.

              (Madrid, 12 de Junio 2011)

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