viernes, 9 de septiembre de 2011

ROMANCE DE CHAVES (I)

Fue Gaudioso con esa mala uva que le adorna, adquirida en las peripecias que le hice pasar a lo largo de su vida azarosa en los tiempos de la dictadura y primeros años de nuestra democracia, quien, una buena mañana me dijo con su acento socarrón muy apropiado para estos casos.
--Oye, Eloy, hace años dejaste de escribir romances críticos e irónicos sobre los elementos políticos que, como garrapatas cojoneras nos chupan la sangre del asiento de los colgajos.
--Si, Gaudioso, llegaron a cansarme los dichosos listopolíticos, surgían como los níscalos en los pinares durante los meses de otoño, si son propicios.
--¿Los dejaste por esa razón?
--Sí; surgían, cada día manadas de listopolíticos en las páginas de prensa, que denunciaban fechorías atribuidas a estos elementos. Eran demasiados. No me daban tiempo a escribir.
--Pero, por lo menos, tú te entretenías y divertías; lo malo es que nunca los publicaste, les pasó lo mismo que a mí, que permanecen enclaustrados en el útero de la estantería.
--Eran romances puntuales, tenían vigencia hasta que los tribunales corrían un estúpido velo sobre los afectados y los ciudadanos entraban en desmemoria; la Fiscalía retiraba las acusaciones según al partido que perteneciesen los interfectos. Les jode mucho que empitonen a uno de los suyos cuando ellos tienen  el poder.
--Y… ¿Por qué hacen eso los fiscales?
--¿No te das cuenta, Gaudioso, que un perro nunca muerde la mano que le da de comer?
--Pero… ¿Quién les da de comer?
--Mira, Gaudioso, al Fiscal General, lo nombra el Gobierno para que vele por los intereses y la justicia de todos los españoles.
--Pues eso; de todos. ¿No dice la Constitución que todos somos iguales ante la ley? Pero, por lo que dices, unos son más iguales que otros.
--Has dado en el clavo, pero el Fiscal General recibe los mendrugos del Gobierno, y no es cosa de ponerse a dar mordiscos de los sustentadores.
--¿Y los demás fiscales?
--Son unos putos mandaos del Jefe.
--O sea, como decía el sargento: el que manda, manda, y cartuchos al cañón.
--Lo has entendido perfectamente, Gaudioso; así son las cosas y reclamaciones al maestro armero, que es el especialista.
--Oye, Eloy, ¿qué piensas de Chaves?
--Si te digo lo que pienso de ese elemento, te volvías escandalizado al útero de la estantería y cumplías un ramadán muy prolongado.
--Anda, Eloy, cuéntame; no me tengas en ascuas.


ROMANCE DE CHAVES

                  I

Después de un largo periplo
tejiendo telas de araña
donde caían incautos
y listillos a mansalva,
porque tenían los votos,
porque se los regalaban,
vino a creerse  “un eterno
con derecho de pernada”.

Chaves, que tiene la jeta
como el escudo del Barsa,
dura como el pedernal
pero carente del grana,
porque no se ruboriza
aunque motivos no faltan
a medida que la Jueza
va tirando de la manta.
Traga los sapos enteros
y, también, traga las ranas
y los inmundos reptiles
que, cada día, se escapan
de un nido que allí tenían
a salvo de vigilancia.
Cínico “Summa cum Laudae
y Perito en Alboradas”,
como el sol por Antequera
asoma cada mañana,
la economía andaluza
la dejó de madrugada;
o sea, de eterna espera
que es hermosa la esperanza,
sin llegar a mediodía
ni a la madurez soñada.
Largo se la fía al pueblo
por culpa de la mangancia.

            (Continuará)
         

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