jueves, 22 de septiembre de 2011

ROMANCE DE LEIRE PAJÍN ( II )

--Ya veo, Eloy, que sabes algo de la Pajín. Su padre, ¿no era de tu pueblo? ¿Le conociste?
--¡Claro que le conocí! Pero, en realidad, no era de mi pueblo; yo nací en Olleros de Sabero y José María Pajín es de Sabero. En aquella época no nos llevábamos bien los chicos de los dos pueblos. Yo sabía quién era; pero no le trataba porque, desde pequeño, era gilipoyas y yo, a ésos, le tengo alergia desde niño; además estaba lo de su puñetera madre la Pajina.
--¿Qué era lo de la Pagina?
--Pues verás, la abuela de la ministra, o séase, la madre de José Luis, en los años cuarenta, primeros de la posguerra, era la confidente de la Falange y de la Guardia Civil en el valle. Se chivaba de todo lo que oía a cualquiera, si se salía de la estricta doctrina de la Falange y estabas apañado. Te había tocado la lotería de las hostias en el primer premio.
--Y… ¿Luego?
--Pues luego, Gaudioso, se presentaban en tu casa los guardias y te llevaban, esposado, al cuartelillo, para que todos los habitantes del Valle escarmentasen en cabeza ajena. Era una situación que imponía lo suyo, no creas.
--No lo entiendo, Eloy, ¿puedes ponerme un ejemplo?
--Pues claro, Gaudioso. Imagínate que Antonio se encuentra con Paco y le pregunta: “¿Cómo llevas los valores eternos?” Y Paco le contesta: “¡Qué cojones! Yo no tengo valores eternos ni todas esas zarandajas, yo soy vagonetero en la mina Primitiva. ¡No te jode!”. Esto lo escuchaba la Pajina, que pasaba por allí, y al día siguiente le llevaban esposado al cuartelillo.
--Y… ¿Luego?
--Pues que de allí le sacaban los familiares, varios días después, en angarillas, por lo de tullido no por otra cosa, ¿sabes?
--¡Jolín con la Pajina!
--En todo el Valle, donde están enclavados cuatro pueblos,  la temían más que a la “bicha” los andaluces.
--Comprendo, Eloy, no era para menos.
--Cuando las gentes se fueron enterando del origen de las detenciones, el ricino, los afeitados de cabeza y los apaleamientos, dejaron de hablar con ella y, en cuanto aparecía por una esquina, la consigna era: “¡Silencio, que viene la Pajina! y todos enmudecían, como si pasase el Santísimo bajo palio.
--Pero a ti, Eloy, no te denunciaría por mearte en la cuna o llorar por la teta… ¡Vamos, digo yo! ¿O sí?
--No, a mí, no, Gaudioso; yo no tenía, por aquel entonces (que era un entonces de las leches) la edad adecuada para portar “valores eternos” ni ser “la reserva espiritual de Europa. No era el caso.
--Es que, Eloy, eso de llevar a cuestas, todo el santo día, los “valores eternos” debe dejarte deslomado.
--Sí, Gaudioso, y lo de llevar, a cuestas, la “reserva espiritual de Europa” era de una responsabilidad de tres pares de cojo… que no veas.
Lo comprendo, Eloy, lo comprendo. Mira que si un buen día aparece un alemán o en francés y así, como de pronto y sin más, te exige su espiritualidad y no la tienes, es que te podían demandar. ¡Qué cosas!
--Por parte de los franceses no había problema, son un tanto libertinos, ellos, y no creo yo que viniesen a reclamarla.
--Eso sí; pero los alemanes son más serios y exigentes y, a lo mejor…
--En fin, Gaudioso, tal y como nos enseñaba en la escuela Don Ángel, lo de ser la “reserva espiritual de Europa” era de una responsabilidad cojonuda, no creas.
--Pero… ¿Entonces, en que te afectó a ti la Pajina?
--En mi madre, Gaudioso, en mi madre.
--¡No me digas!
--Sí, te lo digo; en mi madre, la pobre Lelis.
--Cuéntame, Eloy.
--Lo siento, Gaudioso, ahora el recuerdo me ha encabronado en demasía. Mañana, más sereno, hablamos del asunto, ¿vale?
--¡Vale!


ROMANCE DE LEIRE PAJÍN ( II )

¿Qué tiene Leire Pajín,
viajera con luces cortas?
Sin embarazo anterior
que deformasen sus formas
ya rechonchas, de por sí,
pone de parto la andorga:
pare leyes, prohibiciones,
con denuncias para todas.
La multa es imperativa
en las leyes de la moza
induciendo a denunciar
para dar sopas con honda
a quien pillen delinquiendo
o pongan leyes en solfa.

¿Qué tendrá Leire Pajín,
niña con cara de torta,
tan distinta a la de Alfredo
que anuncia “anís de la mona”?
Leire Pajín tiene labios
rojos, como la amapola,
y dentro, como la misma,
puede que porte esa droga
que alucina y adormece,
que ilusiona y amodorra.
Algo tendrán esos labios,
labios sensuales de moza,
que hasta al edil de Pucela
le sugieren la “mamola”.
Escándalo de las hembras,
feministas casi todas,
alineadas en las filas
del PSOE, porque mola
seguir al borrego andante
porque el cencero les toca.

               (Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario