viernes, 2 de diciembre de 2011

ROMANCE DEL NEO LÁZARO

Hoy he desayunado, sin tiempo para ojear las noticias de ABC; me he entretenido, mientras tomaba mi café en la terraza del Capri, observando las olas que vienen y vienen y vienen con sus blancas blondas de espuma a vestir la playa de faralaes. Son incansables: vienen y vienen y vienen con su monotonía de fidelidad perpetua a la rubia arena. El mar y la playa, a pesar de llevar eones de matrimonio, siguen conservando el rito de sus besos como si, cada día, inaugurasen su luna de miel. ¡Qué ejemplo!
Hoy he tenido que ir a los Ambulatorios, a visitar a mi médico de familia, para que me hiciese las recetas de mis pastillas. Son mis actuales circunstancias; dependo de ellas como de las ocurrencias del gobierno de turno. No hay manera de evitar ni a las unas ni a los otros. Ahora estoy más esperanzado; he podido sobrevivir al Imbecilazo, que está sus últimas bocanadas y dejando enchufados a sus fieles antes de estirar, definitivamente, la pata y entregar los trastos de matar al nuevo maestro y su cuadrilla.
Es tiempo de esperanza, porque Rajoy, me consta, tiene sentido común; aún no le ha defecado un golondrino bravío, según Gaudioso, y lo conserva intacto, así como la congruencia.
Al llegar a casa, me encuentro a Gaudioso muy entretenido con la lectura del ABC, que dejé encima de la mesa. Al verme, se levanta y viene hacia mí con los brazos abiertos.
--Buenos días, Eloy. Dame un abrazo, profeta, que eres más profeta que Jeremías, el llorón.
--¿A qué viene esta explosión de afecto?
--Y reconocimiento, Eloy, y reconocimiento. ¿No has leído la noticia?
--¿Qué noticia? Esta mañana no he tenido tiempo para leer el periódico. Tuve que asistir a la cita de mi médico de familia muy temprano; ya sabes, por las recetas de mis dichosas pastillas a las que estoy encadenado por supervivencia.
--Pues, mira y lee. Después de leerla, he ojeado tu viejo “Romancero de Coyunturas” y he podido leer tu “Romance del Neo Lázaro”. Está fechado el día 24 de Julio de 1998. En él vaticinabas la resurrección de Francisco Paesa, al que dedicaban, por aquellos días, misas de difuntos en gregoriano, en el Monasterio de Silos, y presentaban a la sociedad española sus cenizas, traídas desde Tailandia en compañía de su certificado de defunción, escrito en un dialecto extraño de un valle perdido del Himalaya, donde había perecido víctima de una incógnita enfermedad. Su desconsolada familia pedía oraciones por su alma, que tenía muchos motivos para permanecer eones en el Purgatorio hasta alcanzar la presencia divina. ¿Eres o no eres un profeta, como Jeremías o Isaías?
--¿Tanto?
--O más.
--La verdad, Gaudioso, es que no dudé, desde el primer momento, en suponer una jugada maestra del famoso espía, diplomático, jeta y “testaferro” de Luis Roldán, como custodio de los 1.700 millones de pesetas robados por el Director General de la Guardia Civil, depositados en una cuenta suiza; por aquello de la seguridad y del secreto bancario, ¿sabes? Hasta la fecha, no se sabe del paradero de esa cuantiosa cantidad. Luis Roldán fue juzgado, sentenciado y encarcelado unos cuantos años en la Cárcel de Mujeres de Ávila.
--¿Por qué le encerraron en una cárcel de mujeres, si era un disoluto como la copa de un pino?
--Supongo que sería para que pudiese enseñar a la concurrencia sus famosos calzoncillos.
--¿Qué calzoncillos?
--Los que lucía en las fotografías de prensa, cuando le pillaron en una bacanal con mujeres desnudas, jamonas ellas, como las gracias que pintó Rubens. Estas fotografías fueron el inicio de la decadencia en el cargo de un ingeniero imaginado, que vino a liar al mismísimo Presidente Felipe González, con lo listo que dice ser el “divino”.
--¿No fue este elemento el que vendió dos misiles con detector incorporado a ETA, los que permitieron la famosa captura y el desmantelamiento de la fábrica Sokoa, de Hendaya? Fue un golpe cojonudo a la organización de ETA.
--Efectivamente, Gaudioso. Es un elemento cojonudo: fue espía al servicio del Ministerio de Interior; representó, como diplomático, al estado de Puerto Príncipe en las Naciones Unidas, en Ginebra; colaboró con el Presidente Macías de Guinea y pegó una estafa en el Banco Nacional de este país; tenía muy importantes relaciones con elementos de mucho cuidado; llegó a testaferro de Luis Roldán y le birló los 1.700 millones de pesetas que éste había afanado en comisiones de obras en todos los cuarteles de España, los que le pagaba de los Fondos Reservados el Secretario de Interior, Rafael Vera, para que no dijera los que metía, por su parte, en la cuenta de su suegro. Con los millones de Roldán a buen recaudo, llega a una negociación con el Ministro de Interior y cobra 300 millones más por traicionar y entregar, en el aeropuerto de Bangkok, a Luis Roldán y su gabardina. Con los 2.000 millones huyó el angelito, más contento que unas pascuas, hasta que vino a morir e incinerarse en un remoto valle del Himalaya.
--Así, al burro muerto la cebada al rabo y que le busque la justicia en el más allá. De tonto no tenía un pelo, el angelito de Paesa. ¡Qué jodido!
--Como yo no creí, en ningún momento, todo aquel montaje, escribí el romance del Neo Lázaro, seguro de que vería el milagro de su resurrección; ya que la de Lázaro me cayó a destiempo y no pude contemplar el milagro. Seguro de que la resurrección de Paesa no me la perdía y ha llegado.

ROMANCE DEL NEO LÁZARO

Cuando Lázaro volvió
de la muerte, cual de un pasmo,
maravillase la gente
y lo toma por milagro.
El regreso de ultratumba
fue un suceso inusitado.
De milagro perduró
para los propios y extraños,
en las tierras de Judea,
la Resurrección de Lázaro;
ya que nunca ha vuelto nadie,
por más que le hayan llamado
quienes tenían pendiente
algún efecto incobrado
o los dolidos parientes
que lloran, desconsolados,
y pretenden al perdido
recuperar en sus brazos.
Lo que ha cogido la Parca,
jamás, lo tomó alquilado.
Es la muerte asunto serio
que nunca ha de ser tomado
ni por “coño de Bernarda”
que libera al devorado,
ni por esa flacidez
en que se abandona el falo
cuando da por concluida
la tarea de un destajo
y se queda, como ausente,
mientras no sea provocado.
Después acepta los retos,
creciéndose en toro bravo,
y enviste, empuja e insiste,
y disfruta desangrando;
que no hay como darse entero
para quedar realizado.
La muerte, en definitiva,
siempre es el último paso:
el muerto se ha de ir al hoyo
y a empalmar, quien no ha palmado,
los cuatro momentos buenos
con infinitos coñazos;
que, a fin de cuentas, se viven
cuatro risas y mil llantos,
de no ofrecerte su grupa
un político caballo
de los que pastan de noche
sobre los secretos pastos
y te piden les escondas,
por si vienen tiempos malos,
lo que lucir no se puede
en las fiestas del juzgado.
Hay jueces, muy cazadores,
que van a cazar al campo
las perdices que se ceban
en los más ocultos granos.
¡Qué mal sientan las penurias
a quien vivió de regalo!
Se confía a los amigos
aquello, que a los juzgados
se niega con juramento,
por si soplan vientos malos.
Don Francisco de Paesa,
lavador, pues ha lavado
todos los dineros sucios
de Roldán y otros muchachos,
(a fuerza de detergentes)
en innumerables bancos;
los fue a trajinar tan lejos,
cuando tocaba aclararlos,
que se temen por perdidos
después del centrifugado.
Pienso que ni puta idea
tiene hoy Roldán de su saldo,
ni dónde coño se encuentra,
ni si dispondrá de algo
el día que le den puerta
expulsándole del claustro.
Paesa, el escurridizo:
el de secretos sellados,
facedor de laberintos
desaguadores de bancos,
deja a Roldán y su tropa
en manos de los juzgados,
y ha decidido morirse,
de pronto, en país lejano,
consciente de que la tumba
es el lugar apropiado
pa vivir, ¡de puta madre!
de incógnito Neo Lázaro
cuando le den por perdido
los lebreles del juzgado.
Mil setecientos millones,
que no son moco de pavo,
dado que el mundo es muy grande
y hay paraísos lejanos,
servirán al resurrecto
de jolgorio continuado,
mientras purgan en la trena
los chorizos sus pecados.

En San Pedro de Cardeña
encargan por su sufragio
un mes entero de misas
del más puro gregoriano,
quienes esperan provecho
del presunto incinerado;
pues saben un paraíso
a la diestra del finado.
Resucitado “el espía”,
(éste es un asunto claro),
podrán disfrutar los duros
escurridos del sudario:
a fin de cuentas, cosecha
de los “papeles de Laos”.
Sólo Roldán y su tropa
han quedado malparados;
que este muerto resucita
y “colorín colorado”.
Se comerá las perdices
con su “propia” y allegados,
mientras los cándidos “listos”
comen roscos del juzgado.

(24 de Julio de 1998)

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