lunes, 9 de febrero de 2015

ROMANCE DEL PERSEGUIDO (Memoria histórica de nuestra democracia)

¿ Dónde coño está el progreso?...
Se encuentra en el quinto pino
como tantas utopías,
nos respondió un entendido.
Le supusimos muy sabio,
pues los ojos escocidos
tenía de estudiar tanto
y aprender siempre lo mismo.
El progreso es, en España,
el ausente perseguido.
Saliendo de Salamanca,
muy cerca de Cabrerizos,
fuimos, buscando el progreso,
un día varios amigos,
tras habernos enterado
de estar allí El Quinto Pino.
Había gasolinera,
restaurante y un servicio
de neumáticos variados,
tinto en azul y amarillo
y un Bibendum Michelín
corriendo por los ladrillos.
Rebuscamos, por si estaba
en un rincón escondido,
y encontramos una mesa
dispuesta para el servicio
de unas alubias del Barco
cocinadas con chorizos,
procedentes de Guijuelo,
y su pariente el tocino.
De este sabroso potaje
comimos, a dos carrillos,
y detrás nos regalamos
con asado de cabrito
regado con Fermoselle
que es un tintorro divino.
Regresamos sin progreso;
pero más hartos que “el Quico”.
De no estar allí el progreso,
estaría en otro sitio;
que el gobierno sigue hablando
de cumplir lo prometido.
El progreso debe estar
más allá del quinto pino:
donde da la vuelta el viento,
donde se esconde el destino;
mas a éste te lo encuentras,
por sorpresa y de improviso,
cuando menos te lo esperas
y es putada el finiquito.
Por más que lo hemos buscado
con timoneles distintos,
ni yendo al norte la proa,
ni dando a estribor un giro,
ni cambiándolo a babor
se avista lo perseguido
y estamos, como Colón,
en calma chicha metidos:
la esperanza bajo quilla
y los ojos escocidos
de ver el mismo horizonte
aunque el día sea distinto.
Por lo pronto, algunos dicen,
que ya habemos conseguido
un Estado de Derecho;
mas les queda constreñido
a ciertos nacionalistas
que pretenden descosidos
porque es estrecho de sisa
u oprime los huevecillos;
sobre todo, a esos muchachos
virtuosos del gatillo,
que andan tirados al monte
y Arzálluz llama txikitos,
equivocados patriotas,
pero, a fin de cuentas, hijos.
Dice que estas cosas pasan
porque les dan a pellizcos
la tarta que ellos pretenden,
la tarta que quiere él mismo
para comerla, en familia,
como un padre con sus hijos.
Tampoco le cuadra a Jordi,
catalán en ejercicio,
que ve estrecho de pernera
y con muy pocos bolsillos,
el Estado Catalán
que, hasta hoy, ha conseguido.
Pretende encontrar un roto,
da lo mismo un descosido,
por caminos diferentes
y por el mismo motivo;
pues le enseñó Carmen Maura,
al comprar sus cafetitos,
que una peseta, tras otras,
aportan un buen pellizco;
ella lo invertía en joyas:
unos pendientes divinos,
que lucía en la pantalla
con un aire presumido,
para despertar la envidia
de vecinas y vecinos.
Jordi aprendió la lección
y se ensañó en el pellizco;
si alguien no pone remedio,
se viste de desvestidos
y nos deja el culo al aire
cuando cobre el finiquito.
En fin, quien quiera el progreso
que nos tienen prometido,
debe buscar otras rutas,
otros senderos distintos:
puede ser el de Juan Guerra
a fuerza de cafelitos,
o el de Carmen Salanueva
practicando en los pedidos,
o el que practicara Ollero
del proyecto concedido.
Quedan empresas hambrientas
con empresarios pardillos.
Búscalo, si aun te interesa,
más allá del quinto pino.

                                      (22 de Abril de 1998)


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