Felipe tenía un
jardín
que cuidaba con
esmero;
en él, criaba
capullos:
los capullos
puñeteros
que mantenía en
su puño
ya que él era el
primero;
algo así, como
un “mesías”
o un Presidente,
en eterno.
Él con poder
absoluto,
cultivaba este
terreno:
en un parterre
especial
tenía a sus
predilectos
y, cuando tuvo
ocasión,
los enchufó en
su Gobierno;
eran la flor y
la nata
de capullos
puñeteros.
La verdad es,
que entre rosas,
algún cardo
borriquero,
también, algún
que otro nardo
y un Narcisín
postinero
que, con pinta
de cuitado,
decía tenerlos
de acero.
En larga vida
política
siempre lució de
lucero:
fue Alcalde de
Barcelona;
luego, ocupó el
Ministerio
de una Guerra
efectiva
que se celebraba
lejos;
Fue un Ministro
peculiar:
democratizó el
Ejército
y, como tenía el
CESID,
husmeaba por
agujeros
a todos los
españoles
y al mismo Rey,
entre ellos.
Al estar tan
bien armado
y disponer del
ejército,
le hizo
Vicepresidente
Felipe de su
Gobierno.
Figuraba y
reemplazaba
cuando el
Presidente lejos
y facía sus
gestiones
con la dureza de
un tierno;
pero nunca fue
elegante
ni aprendió a
ponerse el terno,
como es debido
en un Vice,
ni aquí, ni en
el extranjero
y parecía un
mindundi,
pero con poder
tremendo.
Narcisín era
melómano;
en el piano, era
un maestro
cuando
interpretaba a Bach
o tocaba un
minueto;
aunque en
Sonatas y Fugas
nunca resultó un
experto,
tocaba bien
“Para Elisa”
y, aunque ponía
sentimiento,
Elisa, que era
muy suya,
no quiso venir a
verlo
por si Narciso,
a lo zorro,
le fuese a sobar
los senos
como hizo a
Marta Sánchez
cuando el
Ministro mostrenco,
allá, en la
Guerra del Golfo,
de golfo, le
sobó el seno
y Marta le
contestó
con un hostiazo
tremendo.
Fue un suceso
hilarante
que comentaron
los Medios:
revistas del
corazón
y periódicos más
serios.
Así, entre pitos
y flautas,
fue a salir del
Ministerio.
Dejó sin piano a
González
cuando hacía sus
festejos
compartiendo en
“Bodeguilla”
con amigos, que
eran siervos,
una variedad de
platos
y buenos vinos
añejos,
algún centollo
que otro,
más asados de
cordero,
partidas en el
billar
y riendo chistes
viejos.
Quedó
“Bodeguilla” huérfana
del virtuoso
teclero
que se marchó a
Barcelona
a hacer de lo
malo bueno.
En la Catalunya
Caixa
sus antiguos
compañeros
del PSOE Catalán
le dieron un
chollo-puesto,
como fue la
Presidencia
del Banco y sus
Consejeros;
tenía cincuenta
y tres
porque abundasen
consejos,
ya que ven más
los cien ojos
que ve un miope confeso.
A la Catalunya
Caixa
él nunca iba de
teclero;
él iba a bien
presidir
a unos chorizos
selectos
y, por ir de vez
en cuando,
se puso dietas,
en euros,
que las quisiera
Felipe
cuando presidía
el Gobierno
o asesoraba al
Slin
por esas tierras
de Méjico.
Ciento treinta y siete mil
se puso de
dieta, en euros,
que, asistir por
asistir,
sin percibir
ningún sueldo
es cosa que solo
hacen
los tontorrones
y menos.
Un día cambian
las normas
y Narcisín, que
es despierto,
doscientos
cincuenta mil
vino a aplicarse
de sueldo.
Trescientos
ochenta y cinco
y, de pico,
setecientos
vino a fijarse
Narciso
por ir a algunos
Consejos.
Cuando les pilló
la crisis
la Caixa estaba
en los huesos
y el FROB, para
subsistencia,
les dio en
millones de euros
los mil
doscientos cincuenta,
que es un montón
de dinero.
Estos linces del
carajo,
viendo la lluvia
de euros,
no anduvieron
con pamplinas
y se engordaron
los sueldos;
las primas, por
si salían;
si el futuro
fuese incierto
se hicieron Plan
de Pensiones
que no gastarían
sus nietos.
Hoy les llaman
de la Audiencia
pa que expliquen
los manejos
que el juez
considera robos,
latrocinios, más
o menos,
y piensa fuera
de Ley
los acuerdos del
Consejo.
Entra en la Sala Narciso
con el su
arrugado terno
decidido a
contestar
cuanto le fuese
ocurriendo
pues, la verdad,
ocurrente
es Narcisín, en
plan serio.
El juez, que
había leído
unos informes
obscenos,
le comenta a
Narcisín
que escuchaba
poco atento:
--“De
reprobables y espurios
veo estos sucios
manejos
que, estando en
ruina la Caixa,
hicieron en el
Consejo”.—
Narcisín,
mirando al juez,
empezó a
contarle el cuento:
--“Yo no fice
cosa alguna
que cumplir los
reglamentos.
Mi cargo era
funcional,
pues no tenía ni
sueldo;
la autoridad
radicaba
en Dirección y
Consejo;
por “Obediencia
Debida”
yo me engordé
los ingresos;
ya que allí
todos lo hacían
no quise
hacerles de menos”--
--“¿Me dice usted, Don Narciso,
este cuento en
plan serio
o es que ,usted,
me está tomando
por el pito del
sereno?”.--
--“Es que es la
pura verdad
y, como tal, se
la cuento.
Que se lo
cuente Todó;
los dos venimos
de acuerdo.
Como otros
bancos subían
a sus rectores
los sueldos,
decidimos que,
en conciencia,
debíamos subir
los nuestros;
no fuese que se
marchasen
nuestros buenos
consejeros
a aconsejar a
otros bancos
que ofreciesen
más dinero”.--
--“¿Los que
llevaron a ruina
la Caixa, dice,
eran buenos?
pues si llegan a
ser malos,
la bajan a los
infiernos.
De momento, les
imputo
por
sinvergüenzas tremendos,
por chorizos
elegantes,
y por venirme
con cuentos.”.--
Adolf Todó y
Narcisín
salieron de allí
contentos
porque el juez
aún no les dio
la cárcel de
alojamiento.
La Caixa en la
puta ruina;
ellos robando el
dinero
que les adelantó
el FROB
y que eran
dineros nuestros.
(Calpe, 24 de Octubre de 2013)
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