viernes, 25 de mayo de 2012

ROMANCE DE UN VIRREY

ROMANCE DE UN VIRREY

Era un Virrey que tenía,
para él solito, un Virreino
donde regía con gracia,
muy locuaz y pinturero,
gobernando con sonrisas,
según él, con mucho acierto
pues, de Comunidad simple,
casi fabrica un Imperio.
Ambicionaba obras nuevas;
le gustaban los eventos
y le gustaban las Fallas
más que a un tonto un lapicero.
Disfruta, también, del fútbol,
de “mascletà” y del toreo.
Francisco Camps es sencillo
y, aunque llevó trajes nuevos,
nunca hizo ostentación
de su elegancia ante el pueblo
y siempre fue un hombre llano
que gobernó sonriendo.
Le gustan a este Virrey
más que a un tonto un lapicero:
las grandes celebraciones,
inaugurar monumentos,
plagar rutas de rotondas,
ver correr, al pie del puerto,
héroes de Fórmula Uno,
mas veloces que los vientos
y rayos jupiterinos,
solo por llegar primeros;
multiplicación de rutas,
amplificación de Puertos,
parque lúdico asombroso
donde se pierde el dinero,
una Ciudad de la Luz
donde no lucen los euros,
un gran Museo de Ciencias,
un Oceánico moderno,
un Teatro de la Ópera,
asombro del universo,
para que luzca un tenor
y una Diva con talento.
Así, Valencia dejó
asombrado al mundo entero.
Por no ver la mar vacía
vino a inundar de veleros
que optaban a Copa América
y se lastraban con euros,
no surgiesen marejadas
y zozobrase el invento.
En pro de la formación
levantó en cada pueblo
centros universitarios
para pulir los cerebros
y, allí, donde había huertanos
cultivando limoneros,
naranjales, arrozales,
nísperos o bien almendros,
alcachofas, puerros, habas,
quiso cultivar cerebros
que ganarán premios Nobel
por docenas o por cientos:
prestigio para Valencia
y que se jodan los muermos.
Francisco Camps no sería
un Presidente puntero
si dejase a Castellón
sin un grandioso aeropuerto,
con una pista grandiosa
y un grandioso monumento,
(idea de Carlos Fabra
que es universal lotero
y magistral adivino
de número por sorteo).
A este aeropuerto grandioso
solo le faltan los vuelos;
pero le vuelan cigüeñas
que, más que malo, es bueno,
pues son vuelos ecológicos
que no queman queroseno.
Un día le defecó
un palomo bigotero
con un asunto de trajes
y un asunto de “te quiero”.
Hubo dimes y diretes,
murmullos en mentideros,
sobre si pagó sus trajes
o fue regalo y cohecho.
Alarte su dimisión
pedía, sacando pecho;
mientras, el taimado Luna
tiraba en el Parlamento
una piedra de inocencia;
(solo Ortiz sabe secretos).
Vino a armarse un gran pifostio,
un escándalo tremendo,
una guerra de intereses
que nunca fueron del pueblo,
y España se conmovió
por asuntos del Virreino.
Después de meses y meses
de acusaciones de izquierdos,
de millones de papeles
movidos por reporteros
pagados por Rubalcaba,
por Pajín y Zapatero,
vino el Virrey de Valencia
a quedar hasta los huevos.
Así que miró su Hacienda
y descubrió tal agujero
profundo, como una sima,
largo, ancho, impagadero,
que, achantándose la “muy”,
se lo dejó al heredero
y emprendió ruta al Juzgado,
por marcado derrotero,
a explicar si pagó trajes
o fue regalo y cohecho.
Hizo obras fabulosas;
celebró grandes eventos
y los pagó con talones
de la chequera del “DEBO”;
por eso, debió juzgarle
el Juez, por ser un “Gran Lelo”;
que es un delito muy grande
arruinar a todo el pueblo:
unos años en la cárcel
e inhabilitado completo
para ejercer en política
que pueda afectar al pueblo.

(Madrid, 14 de Mayo 2012)

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