miércoles, 13 de junio de 2012

ROMANCE DEL EXBELLOTARI

ROMANCE DEL EXBELLOTARI

Este ilustre personaje, de armas tomar y eminentes paridas, gobernó la Comunidad Extremeña 24 años, gracias a un sofisticado montaje electoral,
basado en los “Intereses Creados” (J. Benavente). Legalizó una Pensión de Jubilación para Expresidentes Extremeños, que le permitirían vivir de “puta madre”, que se dice, a cargo de las costillas de sus ciudadanos que seguirían comiéndose unas gachas de vez en cuando, mientras él podría disfrutar los manjares verdaderamente sofisticados y lujos asiáticos. Cuando se descubrió el “tomate”, su Presidente y amigo Zapatero, le vino a sacar de Extremadura, no le fuesen a emplumar los sufridos pagadores, y lo colocó, de por vida, en otro chollo compensatorio y bien retribuido, a añadir a su “bochornosa pensión”, de Consejero de Estado. Organismo a todas luces prescindible para el sufrido contribuyente español sumergido en una profunda crisis, que le llega al belfo, (y sigue subiendo) hartos de mantener, como marajás, “mamangurrios”, cuyo único mérito conocido fue el medrar en sus Partidos Políticos. O séase, ¡que ya está bien, coño!.

Los campos de Extremadura
triscó Rodríguez Ibarra
desde los primeros tiempos
de, ésta, nuestra democracia.
Si cogió una tierra humilde,
tierra de cerdos y cabras,
de alcornoques y de encinas,
de romeros y carrascas,
tierra de hidalgos antiguos
con poco oro en sus arcas,
tierra de braceros rústicos,
tierra de pobres a manta;
tras un periodo tan largo
de rústica gobernanza,
de unos veinticuatro años,
la vino a dejar intacta;
que, aunque era progresista,
él no quiso progresarla;
sigue a la cola de Europa,
sigue a la cola de España
y encabrona a catalanes
cansados de financiarla.

Jaime Campmany nombró
Bellotari al tal Ibarra
que, cuando abría la boca,
paría bellotas a manta
con las que cerdos ibéricos
enriquecían sus nalgas:
jamones de pata negra,
jamones de pata blanca
con un regusto, que dicen,
maravilla paladeada.
Es verdad que a Extremadura
sí que la cambió la cara:
la llenó de funcionarios,
que muchos euros costaban,
y puso coche oficial
hasta a pastores de cabras
para que fuesen de cómodos
entre encinas y carrascas;
no fuesen a desgastar
cáñamo de la alpargata.
Antes de irse al exilio,
que jubilación se llama,
confeccionó un estatuto
que a los “ex” aseguraba
vivir mejor que el Onasis,
el sultán de Samarkanda,
la familia real saudí,
y a este estatuto se ampara.
Conocidas las noticias
de la vida regalada
del que hizo su propia ley
con el fin de disfrutarla
y vivir, de “exbellotari”
mejor que en tierra de jauja.
Dos millones han costado
cuatro años de vagancia
a éste, que fue Bellotari,
y que la Junta le paga:
sin explicar las facturas
va a la Junta y se las saldan.
De cada cien, veintisiete
son las personas paradas
que no producen riqueza
pero ayudan a mermarla;
así llega Extremadura
a ser más deficitaria
y el catalán se cabrea
porque dice que él lo paga.
Se ha montado Exbellotari
toda una Casa Rosada,
(rosada, por el capullo
y el puño, por lo que apaña)
que no tiene que envidiar
en lujo a la Casa Blanca.
Tres mil euros de sofá
por tener blandas las ancas
para leerse la prensa,
además de no hacer nada;
treinta mil euros de prensa
lleva el andoba gastada.
Seiscientos de lencería,
entre sostenes y bragas;
trajinará cada día
alguna tierna potranca
y en las precipitaciones
queden las prendas rasgadas.
Un millón gastó la Junta
entre comprar y amueblarla
la que él dice su oficina;
yo digo Casa Rosada.
Cuatro coches, como soles,
le mantiene por la cara
la Junta de Extremadura
que de euros va sobrada:
el Audi ocho, equipado
como no lo está la NASA.
Le paga cuatro empleados
que le ayudan a hacer nada;
le paga seguridad
y, además, sofisticada
para que los terroristas
no le cacen por la espalda
y queden cerdos ayunos
de las bellotas de Ibarra.
La Junta le paga trajes,
los zapatos, las corbatas,
camisas de seda fina
y las chaquetas de pana
que se enfunda en esos mítines
en los que ahora apoya a Vara.
Una factura de flores
de tres mil euros, del ala,
dan para alfombrar entera
la ciudad de rosas blancas.
En fin, que son dos millones,
por su jeta y por su cara,
lo que cuestan cuatro años
de una opípara vagancia.
Si ahora dejamos de Ex
también a Fernández Vara,
ni recuperando el oro
que a Moctezuma robara,
tras la batalla de Otumba,
Hernán Cortés, por las bravas;
ni sumando el que Pizarro
esquilmó al Atahualpa
cuando conquistó Perú
con las mismas artimañas,
le serían suficientes
para pagar diez añadas.

(Madrid, 31 de Mayo de 2011)

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