lunes, 26 de enero de 2015

ROMANCE DEL ¿DÓNDE ESTÁ…?

Ser reserva espiritual,
de Europa o del mundo entero,
no resultaba rentable
ni había disfrute en ello,
ni se crecía el consumo,
ni se ganaba el respeto
de los gordos ciudadanos
que mamaban del Progreso.
Así surgió la inquietud
y se iniciaron los sueños
surgiendo los progresistas,
a escondidas del Gallego.
Lo primero que olvidaron,
para no inspirar recelos,
fue:  el saberse de memoria
consignas hacia un imperio,
el Cara al Sol y otros himnos
cantados en campamentos
de Milicias y Falange
del Glorioso Movimiento,
que en su tiempo fueron teta
mas no tallaban de pecho.
¿Qué importaba que la gente,
que sabía de secretos,
te llamase oportunista
o tildase chaquetero?
Si se quiere progresar
se ha de buscar el Progreso.
¿No son obreros los sastres?
¿Porqué no ser este gremio
el primero que iniciase
la aventura del Progreso?
Aumentar la producción
de cazadoras de cuero,
camisas despechugadas
y pantalones paneros,
sería un buen primer paso;
el consumo vendría luego,
al romper las ataduras
para iniciarse en los vuelos
sobre vientos progresistas,
tras enterrar al “abuelo”.
Surgieron chaquetas nuevas,
cubriendo uniformes viejos,
de vuelta de Cuelgamuros
donde quedaba, bien yerto
bajo un bloque de granito,
el del “palo y tente tieso”,
el Gran Caudillo de España,
el que nos llevaba al huerto
liándonos con consignas
que prometían imperios,
el que salía al balcón
y enfervorizaba al pueblo,
el que decía  “¡Españoooles!”
El español, boquiabierto,
iba pastando en consignas
como en maná de los cielos,
vitoreando a la madre
que parió en suelo gallego
aquel mesías canijo
que nos llevaba a los cielos:
el que regaló pantanos
para los campos sedientos,
el que hizo al español
portar valores eternos,
el que supo destrozar
los nefastos contubernios,
amenaza de la paz,
masones-judeo-soviéticos,
el que siempre, bajo palio,
cruzaba el umbral del templo
y se postraba ante Dios
como hijo predilecto,
el que empezó siendo Padre
de España y llegó hasta Abuelo,
protagonista del NODO,
el que parecía eterno.

A pesar de ser Noviembre
un mes de escarchados vientos,
fue en España Primavera
y las siglas florecieron
como florecen en Marzo
esperanzas al almendro.
Había muerto el pasado.
Ya estaba el futuro abierto
a mil caminos posibles
hasta el soñado Progreso:
dulce tierra prometida
y oasis en el desierto.
Se necesitaba un guía
que conociese el sendero;
puesto que nadie sabía
dónde coño está el Progreso,
si detrás del quinto pino
o detrás del sexto cuerno.
El pueblo buscó un Moisés
para cruzar el desierto
y aparecieron millares.
Dado que el racionamiento
quedó en los años cincuenta,
ahora florecía el huerto
de narcisos dirigentes,
propicios al pastoreo,
que daba gusto escoger
en los parterres diversos,
según gustase el color:
los blancos o los rojelios,
los malvas o los granates,
los verdes o amarillentos.
Ningún color era simple
que todos eran compuestos.
El márquetin enjuagaba
mezclas de polen e injertos;
no fuese que a cualquier mangui
se le descubriese el pelo
y fuesen a polculearse
pastor y rebaño entero.
Fueron tantas las promesas,
los caminos y los métodos,
las carreteras directas,
los atajos recoletos
propuestos por cada cual,
que persistía el misterio
y salías del Sermón
como saliera aquel negro:
pies fríos y testa ardiente;
mas, a diestros y a siniestros,
con ganas de preguntarles:
¿Dónde coño está el Progreso?

                                      ( 21 de Abril de 1998)


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