jueves, 28 de febrero de 2013

ROMANCE DEL SOCIO PUÑETERO


ROMANCE DEL  SOCIO PUÑETERO

 

A Ganjera Iglesias

 

 

Si coges un gilipollas

que resulta “tonto el haba”,

lo mezclas con sinvergüenza

y, encima, con mala entraña,

suele resultar un cóctel

que emborracha a media España;

andamos como beodos

oyendo cosas extrañas

cada vez que abre la boca

cualquiera de estos “barandas”.

Si los hechos imputados

los hacen Faustino y Marta,

hace tiempo que en la cárcel

tendrían sustento y cama

una treintena de años

y ya expurgados de pasta.

Pero el caso es diferente;

uno está en esferas altas

y el otro, que aprovechó

conocer a este “baranda”,

le inspiró una sociedad

pa trincar dinero a manta:

--“Mientras yo llevo las cuentas,

tú vas poniendo la cara

por esas Taifas, que abundan,

y presiden tarambanas;

tú eres de Mallorca Duque

y en Mallorca está un tal Matas

que por un saludo tuyo

se derrama entre las nalgas;

tú le pides lo que quieras;

tiene sus cuentas pringadas

y, a la sombra de un Gran Duque,

las sueña justificadas”.--

Así comenzó el negocio:

con una ONG montada

que, sin ánimo de lucro,

¡par diez, vaya si lucraba!

La hicieron con agujeros

y los euros se escapaban

a una maraña de empresas

que, para el caso, montaran.

Y es que hay porosidades

que sudan y sudan pasta.

Hace un tiempo Diego Torres

fue llamado hasta la Sala

porque diera información

de cuanto en Nóos pasaba.

“A divinis” se acogió

y vino a llamarse a andanas

y, “cuitadín”, temeroso

de que una simple palabra

pudiese dañar al Duque,

tuvo su boca sellada.

--“Hasta que el Duque no hable

tendré mi boca cerrada;

es el jefe; que abra trocha

y, después, por la segada

prometo cantar mi “oste”

y “moste”, como Traviata”.--

Cuando el Duque vino a hablar

al mismo juez en la Sala

todo fueron vaguedades:

él no sabe; él no estaba;

todo era cosa del socio

que por su cuenta actuaba.

Él es miembro de nobleza;

él tiene su conciencia alba.

Con el paso de los días

la fidelidad cambiaba.

Torres acumuló “emilios”

que a la corte implicaban

y acude con su escopeta;

“emilios” eran su balas;

el letrado arrima el hombro

para llevar la canana

con sus doscientos cartuchos

que a todo cristo apuntaban:

que si el Rey sabía todo;

que con Corinna cazaba;

que si el Duque en gananciales

compartía con la Infanta;

que si al Duque un tal Revenga

cada día asesoraba;

que si al Duque la Corinna

en Laureus un puesto daba

con la anuencia del Rey

y permiso de la Infanta,

doscientos cincuenta mil

le pagarían por nada.

Tiro a tiro, “emilio” a “emilio”,

hace Torres sus descargas

y, como él es “cuitadín”,

mira al suelo, no a la cara,

y de sus pecados propios

Don Diego no dice nada;

tan solo, que él era socio;

era el Duque quien mandaba;

él obedeció en silencio

y en silencio se forraba;

pues vivir de millonario

al más humilde le agrada.

Atónito escuchó el juez

los “emilios” de la traca

y sacó la conclusión

de que no aportaban nada

que interesase a este caso;

eran pólvora mojada.

El fiscal dijo: --“Nanai,

que no se llame a la Infanta”.--

 

 (Madrid, 17 de Febrero de 2013)

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