ROMANCE DE CATORCE INFANTES.
(Infantes de Lara
- Infantes Pujoles)
A La Montaña Leonesa
Narran viejos cronicones
que en el Bajo Medioevo
el ambiente era insalubre
y escaseaban longevos,
ya que el clima era muy duro
con largas lluvias de acero:
muchos diñaban a espada;
a otros, mataba el veneno;
también, estaban los moros
que gustaban segar cuellos
con sus corvas cimitarras;
pocos llegaban a viejos
y así, entre lanzas y dardos,
palmaban muchos mancebos
con sufrimiento de madres
y los padres en cabreo.
En esos tiempos antiguos,
a finales del milenio
primero del calendario
que seguían los Conventos,
con el fin de ir fechando
cualquier acontecimiento:
bodas reales, bodas nobles,
así como nacimientos
en castillos almenados
de Reyes y Caballeros;
también databan batallas
con victoriosos y muertos.
En Salas, pueblo de Burgos,
en castillo adusto y fiero
moraba Gonzalo Bustos
con el acompañamiento
de la “Nata de Castilla”,
que eran sus propios Mancebos,
altos, fermosos, galantes
y muy valientes guerreros.
Su tío, Ruy de Velázquez,
un “hi de puta”, tremendo,
vino a liar a los mozos,
entre consejo y consejo,
pa que “bajasen al moro”
por alijos de dineros.
Los Infantes no pensaron,
por ser Nobles Caballeros,
que su tío apalabrara
con Almanzor un acuerdo
para que, cerca de Córdoba,
instalase siete cepos;
así que, en aquesta trampa,
les cogió de prisioneros.
En Salas oyó noticia
Gonzalo Bustos con duelo
y acudió hasta su cuñado
para pedirle consejo.
El cabrón de Ruy Velázquez
le puso cara de bueno
y le lacró una misiva
pal General Sarraceno;
y Gonzalo que se pensó
regresar con sus Mancebos
para quitar a su esposa
el luto que había por ellos.
Almanzor deslacró el sobre
y se descubrió el secreto,
dado que Ruy había escrito:
“me matas al mensajero”,
Sin comentar con Gonzalo,
fue a buscar al cortacuellos
que cortó siete cabezas
y, tras enterrar los cuerpos,
mandó en un arca de roble
siete cabezas al pueblo;
dejando a Gonzalo Bustos
en Córdoba prisionero.
Hoy, Salas de los Infantes
revive en el Romancero
el llanto de aquellos días,
cuando volvieron Mancebos
y enterraron en la iglesia
siete cabezas sin cuerpos.
Eran “Nata de Castilla”
y Castilla lloró en duelo.
Nada que ver con Infantes
que canto en mi Romancero:
siete Infanzones tunantes
que, a escote, les
concibieron
el Jordi y la Ferrusola
en plan de distraimiento
y enseñaron esas artes
de apalancarse los euros
que dijo “no eran de nadie”
la Ministra del Mostrenco;
mas, si miras con detalle,
verás que son los del Pueblo.
A siete Infantes de Ladra
en ladrones convirtieron
entre Jordi, Prenafeta,
de la Rosa y otros ciezos.
No son expertos en armas,
mas lo son en trapicheos,
en urdir tejemanejes,
en cobrar tantos por ciento,
en montar falsas Empresas
que esconden en recovecos
donde, en túneles profundos,
se escaquean los dineros,
esos que “no eran de nadie”
siendo dineros del Pueblo.
A la Banca Catalana
le dio un sablazo tremendo
que, entre dimes y diretes,
quedó en delito obsoleto.
¿Cómo puede un Honorable
robar sin discernimiento?
Por saber que el Tribunal
solo tiene jueces ciegos
cuando delitos afectan
a Servidores del Pueblo.
Así, en esta confianza,
fue formando a sus Mancebos,
que han llegado a millonarios
entre manejo y manejo.
Por arrobas se llevaron
los billetes de quinientos
hasta Andorra, hasta Suiza,
por extraños recovecos,
transportándolos por sacas
en lujosos maleteros.
Jordi Pujol les decía,
entre consejo y consejo:
--“Estos son dinero santos
y, por tanto, van al cielo
de paraísos fiscales
por ser puros, por netos,
ausentes de confesión
como de arrepentimiento;
los Santos suelen pasar,
sin ostentación, al Cielo”.--
Los Infantes Millonarios
más la “Pasta” del Abuelo
podrían sacar de ruina
a Cataluña, su Pueblo.
Solo, dando un pellizquito
a sus millones de euros,
podrían pagar Farmacias,
Hospitales y a los viejos.
¡Qué diferentes Infantes
nos cantan los Romanceros:
unos, “Gloria de Castilla”;
otros, “Ladrones del Pueblo”.
(Madrid, 29 de Diciembre de 2012)
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