miércoles, 18 de marzo de 2015

ROMANCE DE LA MUSA ROJA (Memoria histórica de nuestra democracia)

Desde su blanda poltrona
el Sire de los rojelios,
mecenas del arte puro
y esposo de la Romero,
quiso premiar a los vates
de verbos rojos intensos
y les dio la gollería
de una ministra de fuego.
La dio, por ama de cría,
porque los tenía inmensos,
admirables y envidiables,
incluso en el parlamento:
Matilde los envidiaba,
mientras aplaudía el resto,
babeando admiración
y erguidos sobre el asiento,
que los miembros educados
se levantan por respeto.
Carmen Alborch, ¡qué ministra!
¡Qué inspiración para el verso!
Con esta musa radiante,
toda ella: labio al beso,
risa de perlas gigantes,
llamarada en rojo intenso,
que al arte donó González,
se inspiraba el más mastuerzo.
A su paso, estremecidos,
se humillaban los museos,
temblaban las catedrales,
se incendiaban los liceos,
enmudecían teatros,
se acallaban los conciertos,
y ante tan noble matrona,
en Segovia el Azoguejo,
por cederle amplio el paso
como muestra de respeto,
dejaba desmoronarse
el acueducto, ya viejo.
Ministra de la sonrisa,
que reía a cuerpo entero,
porque la risa era en ella
el agua de su venero.
¡Cómo cambiaron las artes!
¡Cómo se abrieron los tiempos!
El futuro ya anunciaba
que, liberado ya el estro,
brotarían los artistas
y los poetas, a cientos,
los promociona La Alborch,
y los cuenta La Romero.
Cuando aquella dictadura
de tan nefasto recuerdo,
por decir sólo: “amapolas
sobre los campos trigueños”,
como la amapola es roja,
te podían llevar preso.
Ahora los tiempos cambiaron
y, con el rojo gobierno,
puedes pensar lo que quieras,
puedes escuchar al estro
la inspiración más reacia
y proclamar a los vientos
que, a fuerza de libertades,
son rojos mares y cielos;
no son verdes, que son rojos
hasta los prados y setos,
como rojos son los labios
donde se beben los besos,
y rojos, que no dorados
ni negros, son los cabellos;
lo demuestra la ministra
con cabellera de fuego.
Aquellos ojos, azules
de tanto mirar al cielo,
que tenía la navarra,
se retornaron bermejos.

Se alcanzó la libertad
de expresión y pensamiento:
puedes crear cuanto quieras,
expresarte en prosa o verso, 
esculpir granito o mármol,
modelar en barro o yeso,
pintar sobre las paredes,
sobre papeles o lienzos
con pasta ministerial,
si eres manco del derecho.
Con Romero y con Alborch,
dos musas de cuerpo entero
y coyuntura propicia,
el arte alcanza el progreso.

                                      (7 de Marzo de 1998)


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