viernes, 14 de agosto de 2015

ROMANCE DE LOS SONETOS (Memoria Histórica de nuestra democracia)

Cuando la pantalla ofrece
la sala del Parlamento,
estamos acostumbrados
a ver un campo desierto:
planteles, muy entresacados,
con gigantescos calveros.
Si el foco no tiene prisa
y el desfile es por lo lento,
podemos ver:  los dormidos,
los que tricotan bostezos,
los que en la prensa del día
adquieren conocimientos,
los que silban despreciando
al portavoz, como a necio,
y a los otros, que le aplauden
como si fuese el “maestro”
que vengase a Manolete
estoqueando al “Islero”.
Sobre el octavo parterre
un cultivo de pimientos.
Es el plantel que más pica:
el que aplaude con estruendo
cuando un socialista dice
que el socialismo es progreso,
y silba y pica, a rabiar,
con un barullo tremendo,
si dice “España va bien”,
Aznar en el Parlamento.
Este plantel, que acataba
de Pons la orden de silencio
ya está muy harto de Trillo
porque insiste en el intento.

Nadie imaginó a las musas
polinizando el Congreso
y engendrando la poesía
en un plantel de pimientos,
tan propenso a la algarada
y en escándalos, tan diestro.
Mas las musas les preñaron
y parieron un soneto
que, sino al pie de la letra,
viene a decir, más o menos:
    “De Ursulinas mogigatas
    no es clausura el Parlamento.
    Si queremos abuchear
    al Aznar, escurridero,
    no nos pongas la mordaza
    ni nos impongas silencio,
    como le hacía Olivares
    al cogitranco Quevedo;
    no nos sobes los colgajos
    ni te nos muestres de fiero,
    que te sabemos de manso
    y sufrido costalero”.

Pero Trillo es mucho trillo
sobre las eras del reino
y, a la hora de trillar,
trilla el trigo y el centeno
con las piedras afiladas
que afilan en Cantalejo,
un pueblo a media distancia
de San Miguel a Turégano,
que es conocido en España
como pueblo de trilleros.
Trillo se fue a su despacho
a cohabitar con el estro
y, preñándose en poesía,
les parió otro soneto.
Como hice con el otro,
a mi modo, les comento:
    “Ya me tiene un tanto harto
    el tendido bullanguero,
    que, por rechazar a Aznar
    y polculearle el invento,
    no respeta a los durmientes
    perturbándoles el sueño;
    al ser aya responsable,
    he de ser un trillo fiero
    si quiero imponer el orden:
    ¡Callad todos!... “¡Manda huevos!”

Unos debates, muy antiguos,
me recuerda este suceso,
que si no recuerdo nombres
la anécdota sí recuerdo.
Le gritó a un orador
un opositor avieso:
    - “¿Es que nos podemos fiar
    de quien, por íntimo atuendo,
    usa calzoncillos rojos?”-
La risa en el Parlamento
fue, cual traca de artificio,
eclosión de gran estruendo.
El orador, humillado
ante los miembros del pleno,
contestó, humildemente:
    - “Pido perdón. Eso es cierto.
    Lo sabe por su mujer
    y me disculpo por ello.
    Prometo más atención
    cuando vaya a plantar cuernos” -

Y es que aquellos diputados,
más o menos como éstos,
unas veces se dormían
y otras mostraban su ingenio,
algunas veces silbaban
y otras veces, con estruendo,
aplaudían y alababan
al orador, por ser diestro
en la exposición del caso.
Cosas de padres del pueblo.


                                                           (24 de Abril de 1998)

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